Diana, recibió un nuevo corazón
La sanidad y transformación en tus emociones no sucede en una hora o día especifico, pero por medio de Dios y el tiempo si logra ocurrir. Dios transformó mi dolor en gozo, mi lamento en fuerza y mi miedo en valentía.
La sanidad y transformación en tus emociones no sucede en una hora o día especifico, pero por medio de Dios y el tiempo si logra ocurrir. Dios transformó mi dolor en gozo, mi lamento en fuerza y mi miedo en valentía.
Sin importar tu pasado, lo que hayas hecho o lo que te hicieron, Dios quiere tomar el primer lugar en tu vida y traer un tiempo de sanidad y restauración.
A pesar de que tenemos esa maravillosa promesa de sanidad de Dios, ¿Por qué se nos hace difícil entrar en un proceso de sanidad y restauración? Puede haber muchos motivos, pero quiero presentarte tres.
El 2020 nos dejó una lección muy importante: no somos dueños de nuestros planes. Bodas, graduaciones, viajes, trabajos, todo cancelado de la noche a la mañana. ¿Qué significa esto? ¿Qué ya no debo planear nada?
La sanidad y transformación en tus emociones no sucede en una hora o día especifico, pero por medio de Dios y el tiempo si logra ocurrir. Dios transformó mi dolor en gozo, mi lamento en fuerza y mi miedo en valentía.
A causa de nuestro temor ante el poder de las emociones, la cultura nos ha enseñado ciertas declaraciones que nos evitan sentir con libertad y nos empujan a dormirlas, pero juntas vamos a exponerlas a la luz de Dios.
¿Les ha pasado que de tantas veces te repiten algo, te lo llegas a creer? Justamente eso me paso a mí, me importaba tanto lo que la gente dijera que empecé a prestarle más atención a esas palabras que a lo que Dios decía de mí.
La cultura nos ha enseñado que si queremos ser poderosas debemos siempre estar ocupadas con un proyecto o idea que cambie el mundo y el descansar parece detenernos de cumplir nuestra misión pero si te dijera que es todo lo contrario;
Luego de vivir un año 2019 yendo a consulta médica prácticamente dos veces al mes, debido a complicaciones en todos mis niveles y ya cansada de tanto examen médico, de tanto medicamento, mi doctor me puso un ultimátum.
Hace mucho tiempo yo pensaba que lo más difícil del caminar con Cristo era reconocer nuestra condición y aceptarlo en nuestra vida. Sin embargo, he comprendido que lo más difícil no es decir ¡Si, Acepto!
Descalificada. Quizá no fue la palabra que utilizaba pero si la palabra que mejor describe como me sentía. Descalificada para ser llamada hija de Dios, descalificada para servirlo, adorarlo o leer su palabra.