Una carta a la que no sabe que ponerse
Querida Worshipera,
Es mi deseo de todo corazón que Dios se mueva poderosamente en tu interior y que podás experimentar su poder sanador en cada área de tu vida. Hoy quiero contarte un poco sobre mi experiencia con mi imagen personal durante mis años de adolescencia, esperando que Jesús pueda despertar partes de tu propia historia donde necesitas sanar.
Cuando tenía 10 años mis papás tomaron la decisión de mudarse desde el pueblito donde crecí en Catacamas, hacia la capital en Tegucigalpa. El cambio era grande pero para mi era emocionante, conocer nuevas ciudades y personas era algo que disfrutaba desde pequeña.
Unas semanas después de mudarnos, mi mamá nos había dicho a mis hermanas y a mi que iría a la reunión de padres para conocer a mis nuevos maestros y que probablemente habrían compañeritos (as) que podríamos conocer, así que decidí que esa era la oportunidad perfecta para dar mi primera impresión. El día llegó, me puse una camiseta negra y encima un chalequito rosado que amaba pero le había robado a mi hermanita… mi pantalón era estilo militar color rosado remangado y unas zapatillas negras que completaban el look, mi pelo estaba largo y suelto, en fin, me sentía lista y segura usando mi ropa favorita.
Llegamos temprano, así que solo esperé en la puerta del aula mientras mi mamá tenía la reunión. Al fin comenzaron a llegar otros padres con niñas de mi edad. En mi corazón había una combinación de curiosidad y sorpresa, con temor de la respuesta que recibiría al decirles que era la nueva; pero decidí ser valiente y le pregunte a una de ellas si también iban en sexto grado y me dijo que si. Luego de eso, comenzamos a platicar y ella me presentó a otras niñas que estaban cerca con quienes también platicamos. Al llegar a la casa pensé, ¡esto fue un éxito! Puedo llegar al primer día de clases ya con amigas, no me sentiré tan rara… y así fue.
Después de un tiempo en la escuela, rotando entre diferentes grupos de amistades, analizando en cual encajaba mejor; una nueva amiga me confesó algo sobre mi debut en la reunión de padres: “El primer día que te conocí pensé que te veías naca, pero ahora me caes bien”. En ese momento, ni siquiera puse atención al “me caes bien”, pero el “naca” se quedó impregnado en mi mente. A partir de ahí, comenzó una lucha continúa durante mi adolescencia con la manera en que me vestía.
Para cada evento escolar, salida con amigos y hasta con mis papás (porque nunca se sabe a quien se encontrará a uno en la calle) tardaba horas en vestirme; era un momento frustrante, dudar de lo que realmente me gustaba y tratar de entender lo que a los demás les gustaría. Era la nueva, tenía que verme cool para ser aceptada; esa vez mi personalidad me había salvado, pero no a todos les iba a parecer simpática siempre.
Probé de todo, estilo elegante, estilo playero, estilo bohemio, estilo romántico, estilo rock, rompí jeans, pinté zapatos, costuré camisas… si bien esto despertó mi creatividad, también dió lugar a hábitos dañinos de aprobación y olvidé lo más importante: ser yo misma.
Muchas veces no disfruté momentos divertidos por estar pensando en mi ropa y como otros me veían. Esto es algo que ahora lamento grandemente pero no puedo regresar al pasado a arreglarlo, sin embargo, puedo cambiar la manera en que vivo hoy. Ahora que identifico esto, estoy trabajando en cada día en ser lo más auténtica posible en la manera en que me visto, me expresó y actúo; es menos cansado que fingir y es más divertido de descubrir.
Así que querida worshipera, talvez no sos la nueva, pero estás en el colegio estresada o ansiosa por la manera en que te ves, solo me queda decirte: Viví cada momento al máximo, atrevete a descubrir tu propia esencia no importando los comentarios negativos, disfrutá lo que te gusta y no te vistas para alguien más. ¡Ser vos misma agrada a Dios!
Con amor,
Diana Fuentes
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