Alejandra, encontró la plenitud
Escrito por la worshipera, Alejandra Sierra
Solo en Dios tenemos plenitud, si, solo en El.
Hoy con 30 años, después de haber atravesado varias situaciones de vida, puedo asegurarte que en Dios estarás completa y plena, pero, ¿Cómo lograr esa plenitud? Te quiero contar un poco como hoy puedo escribirte esto gracias a Él. Durante mi crecimiento y desarrollo de vida, en la etapa de la adolescencia para ser más específica (a los 15 años) me enferme de depresión, donde me vi sumergida en un mundo interior totalmente oscuro, yo lo llamo “el pozo profundo sin salida”, creyendo que nunca más sería feliz, que nunca podría experimentar paz, gozo y serenidad, pues mi interior estaba minado de recuerdos dolorosos de mi infancia, provocando un vacío inmenso en mi corazón y con mucha necesidad de amor. Después de un par de años de terapia y tratamiento farmacológico, empecé a escuchar una voz acusadora que insistía día y noche, diciéndome cosas como: “No vales”, “No servís”, “Sos una carga”, etc… de repente una mañana decidí hacerle caso a esa acusación que no me dejaba tranquila y recurrí a un intento de suicidio, pues estaba cansada de sentir dolor emocional y quería acabar con él, sin embargo, Dios en su infinito amor y misericordia ya tenía un propósito para mi vida, el cual en ese momento yo no entendía, ya que estaba llena de dolor, tristeza y resentimiento a tal punto que mi corazón se fue endureciendo sin darme cuenta, siendo incapaz de amar, de ser empática y sensible ante los demás.
Con el pasar de los años, pensando que todo estaba bien, que ya había sido “sana” de la depresión, continúe con mi vida, sin embargo, no me había dado cuenta que todo ese dolor y resentimiento aun vivían en mi corazón ya que muchas veces escondemos, evadimos o ignoramos nuestras emociones, especialmente si son desagradables, eso estaba haciendo yo, reprimiendo todo aquello que me dolía, de repente me vi involucrada en una relación de noviazgo la cual vino a abrir todas las heridas de mi pasado que no habían sido sanadas, convirtiéndose en una relación sumamente toxica, llena de dolor, infelicidad, intranquilidad e inseguridad, pues estaba tratando de llenar mis vacíos de infancia con esa relación, todo vacío de falta de paternidad, de amor, de protección y de seguridad, colocando una enorme responsabilidad en las manos de un ser humano completamente imperfecto como yo, sin darme cuenta que él ni nadie podría suplir nada de lo que le hacía falta a mi corazón, ya que era un espacio que le pertenecía únicamente a Jesús.
Pasaron 5 años y fue entonces donde el amor de Dios me alcanzó, ya que recibí una valiosa invitación para asistir a un grupo de jóvenes cristianos, al inicio, recuerdo que no quería saber nada de Dios, pues estaba enojada y resentida con El, otorgándole la “culpa” de todo el dolor que había experimentado, sin embargo, mi estado emocional estaba tan deteriorado, me sentía agotada, sin fuerzas, sin paz, que mi única alternativa fue decir si a esa invitación. Ese “si” marco mi vida, empezó el proceso más hermoso que he vivido y experimentado: conocer a Jesús.
Desde mi experiencia, el conocer a Jesús fue un proceso (y lo sigue siendo), mi vida no cambió de un día para otro, fue un trabajo de constancia y perseverancia, donde poco a poco me empecé a enamorar más de Él, de su persona. Fue (y sigue siendo) extremadamente bueno conmigo, mostrándose compasivo, suave, delicado, sutil, pero al mismo tiempo revolucionario y ruidoso como un huracán en mi interior, donde me mostró cuanto me amaba, cuanto me perdonaba y cuanto Él siempre me acompañaba en todo momento. Poco a poco mi interior fue sanando, fue siendo llenado de su gran y perfecto amor, mi corazón destruido fue restaurándose suavemente, con tanta delicadeza que aun en medio del dolor había consuelo.
En esa etapa de sanidad, me enseñó a perdonar a mi papá, a restaurar esa imagen paterna que había sido destruida por el dolor ocasionado desde niña, me enseñó a verlo con misericordia y amor tal como Jesús me miraba a mí, y sobre todo a no juzgarlo por sus decisiones, ya que me hizo entender que aunque mi papá me fallara una y otra vez, que aunque las situaciones a mi alrededor no fueran como yo quería, Él siempre iba a estar a mi lado, cuidándome, dándome paz en la tormenta y regalándome serenidad y gozo en mi día a día ¡vaya regalo tan maravilloso!.
Jesús me llevo a los brazos del Padre, quien se encargó de sanar y restaurar todo en mi interior, cada pensamiento, cada emoción, cada sentimiento y cada palabra que salía de mí, llevándome a querer darlo todo para y por El, donde hoy te puedo decir que su sacrificio en la cruz me salvo al aceptarlo como mi Señor y Salvador.
Pero te quiero contar una parte de la historia que quedo a medias: mi relación de noviazgo. Aquella relación que empezó sin dirección ni propósito, aquella relación en la que mi corazón buscaba llenar vacíos, donde no creía en la figura masculina, pues pensaba que me lastimarían como en casa me habían lastimado, pero te traigo buenas noticias, Jesús es capaz de cambiarlo todo, como te comenté, el proceso empezó con la disposición de mi corazón, una vez que Jesús transformó mi vida, mi noviazgo se vió transformado, pues ya no esperaba llenar vacíos con una persona debido a que Jesús había llenado cada parte de mi corazón, una vez que hicimos a Jesús centro de nuestra relación, entregándolo todo, buscando la santidad y servicio a Él, fue cuando nuestro noviazgo se convirtió en matrimonio, si, después de 8 años de proceso, Dios fue bueno y sigue siendo bueno. A día de hoy gozamos de un año y medio de un maravilloso matrimonio, donde Dios es el centro, donde le servimos y a quien acudimos ante cualquier duda o adversidad.
Nunca es tarde, Dios siempre llega a tiempo, solo necesitas abrir tu corazón y permitirle que entre, de lo demás, Él se encarga.