Lucía, venciéndome a mí misma
Escrito por la worshipera, Lucía Ramírez
Luego de vivir un año 2019 yendo a consulta médica prácticamente dos veces al mes, debido a complicaciones en todos mis niveles: presión arterial alta, azúcar elevada, niveles en sangre elevados, etc. y ya cansada de tanto examen médico, de tanto medicamento, mi doctor me puso un ultimátum…si quería vivir de forma plena tenía que bajar de peso; con un poco más de 40 años de edad se me venía quizás algo complicado, pero no imposible de lograr, sin embargo, estaba dispuesta a permitirle a Dios que me indicara el camino a seguir, porque quería recuperar muchas de las actividades que antes podía hacer sin problema (me fascina enmontañarme, por ejemplo).
Con este ultimátum del médico lo primero que hice fue venir a la Presencia de Dios, le pedí sabiduría para discernir qué me estaba provocando todo esto y también para tomar decisiones; lo primero que Dios me recordó fue que nosotros somos espíritu, alma y cuerpo y que esos tres componentes de nuestro ser estan conectados entre sí; lo segundo, que antes de pretender bajar de peso físico, debía escudriñar en mi corazón si no estaba cargando en mi alma un peso mayor…el de la falta de perdón; lo tercero, que para bajar de peso se necesita dominio propio, y eso no puedo producirlo por mi misma, pues es fruto del Espíritu Santo.
Entendiendo eso entré en un tiempo de ayuno y pedí a Dios la ayuda que requería para perdonar y comenzar a escribir una nueva historia. Por mucho tiempo pensé que yo estaba bien y que no guardaba rencor, pero qué hermoso es poder encontrarnos en la Presencia del Señor siendo escudriñados por Él y a la vez sanados, eso es algo que no lo cambio por nada.
Una vez trabajando la parte emocional y espiritual de mi “sobrepeso”, comencé a trabajar en el peso físico…comencé a salir a caminar de 30 a 40 minutos diarios, donde además de servirme para hacer ejercicio, podía tener un tiempo a solas con el Señor, llevaba mi música y mientras caminaba, adoraba al Señor e iba siendo tratada por el bálsamo sanador del Espíritu Santo.
Luego mi sobrina me contactó con un amigo suyo que es nutricionista y otro amigo me conectó con un chico que es entrenador personal, así que, desde hace tres meses estoy en tratamiento con ambos, uno me enseña a comer de acuerdo a mis necesidades alimenticias según mi edad y actividades cotidianas y el otro me ayuda a darle forma y resistencia a mi cuerpo… si, ¡Muy pronto volveré a enmontañarme como lo hacía cuando era estudiante en la universidad!
Desde que empecé todo este camino (que inició en noviembre de 2019), he bajado 24 libras en total; he pasado de usar blusa 2XL a estar ya usando L (en algunas modas ya estoy usando talla M), en pantalón he pasado de talla 36 a 32; pero a nivel emocional y espiritual puedo decirte que Dios sigue sanándome y mostrándome que soy Su morada, Su lugar de habitación; aunque el peso emocional no puede medirse, si podría decir con toda seguridad que Dios me está ayudando también a reducir esas libras de más, que estaban ahogando mi corazón.
En este momento puedo decirles que aún me falta bajar unas cuantas libras más, pero sigo adelante aunque hay días más difíciles que otros; Dios me recuerda que esto de bajar de peso es un trabajo en equipo, Él y yo (Él dando la sabiduría, el dominio propio, la capacidad de perdonar y yo dejando a Dios ser Dios y sometiéndome a Su voluntad).